El lunes por la noche, el huracán Iota azotó a Nicaragua con vientos sostenidos de hasta 250 km/h según informan los expertos, quienes además agregan que el huracán logró alcanzar categoría cinco en el mar, pero al llegar a tierra se debilitó. Debido a esta terrible catástrofe se han manifestado múltiples lluvias torrenciales, fuertes vientos en la costa caribeña y la pérdida de millones de viviendas, e incluso vidas, aunque las cifras aún son desconocidas.

Así las cosas, millones de personas se han albergado en refugios, pero temen por la escasez de alimentos, por lo que han hecho un llamado a la comunidad para que se les pueda brindar ayuda humanitaria. Hasta el momento, casi no hay comunicación con la ciudad conocida como Puerto Cabezas, debido a los daños eléctrico causados.

Por otro lado, Providencia, el hogar de alrededor de 5.000 personas, fue uno de los territorios más afectados, con un 98% de daños en su infraestructura. Antes de que el huracán llegara a Centroamérica, fuertes tormentas travesaron la isla, dejando a sus habitantes sin comunicación, electricidad, con graves daños en su infraestructura y posiblemente a algunos sin vida. Todo esto sucede cuando la región apenas se estaba recuperando del Eta, que combinado con el gran impacto que tuvo el coronavirus significaría una lenta recuperación para la población afectada.

Sin duda, esta es una de las experiencias más devastadoras para un ser humano, no sólo se trata de la pérdida de cosas materiales, sino también el riesgo de perder a un ser querido. Pongámonos las manos en el corazón, brindemos ayuda con lo que podamos, seamos solidarios y empáticos. Y una vez más, cuidemos nuestro planeta, que, en definitiva, nos está hablando.