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El campesino y su entorno rural

Campesino Morales Fallon

La labor campesina es una necesidad prioritaria, para que la personas urbanas, consuman sus productos, si son agrícolas verdes, listos para ser consumidos frescos. Si son lácteos preparan sus quesos, cuajadas, mantequilla y su leche fresca, sin preservantes. Son el corazón y el alma de las veredas. Trabajan más de 10 o 12 horas diarias, para subsistir con sus familias. Los campesinos no solo trabajan la tierra para su sustento sino para contribuir con la economía del país.

Son seres grandiosos, resilentes al viento a las lluvias, al sol. Grandes de espíritu. Humildes de corazón, nobles, de convicciones éticas intachables. Con una fuerza poderosa e inagotable para cultivar, cosechar sus productos, cuidar sus animales, para sus faenas diarias, cada uno de sus días son de enormes desafíos. Su medio de subsistencia familiar generalmente es la agrícola y la ganadera acompañada de otras grandes labores.

Las yuntas de toros arrastrando un arado, preparando la tierra para ser cultivada. Bueyes que unidos por un yugo giran en torno a un trapiche de caña dulce, almíbar sagrado hecho miel. Todas las tareas de las familias campesinas que convierten una molienda en algo así como una fiesta; se reúnen generalmente los hombres de varios hogares campesinos y se dedican a ello. Antiguamente desarrollaban estos oficios al ritmo de cantos aprendidos desde su infancia, silbidos y coplas mientras el jugo o guarapo se cocinaba en las calderas para preparar la miel, la panela y los alfandoques.

Generalmente los días festivos, los sagrados, como la semana santa, la navidad el año nuevo y la conmemoración de los días de sus santos, se celebraban con amasijos de panecillos, arepas de queso, colaciones, mantecadas, panes de maíz, en fin, una fuente de sabores frescos, calientes, recién horneados para compartir en familia, sus compadres y vecinos de siempre.

Campesino que dejas huella. Huellas de amor a la tierra, a su agricultura, a sus animales, a su aire, a su olor a leña seca lista para alimentar el fuego en medio de las tres piedras que ayudan a sostener sus trastes, sus ollas negras impregnadas de hollín donde se cocinan sus suculentos desayunos sin preservativos , al natural, A pesar de los escasos alimentos que toman al amanecer el día, se dirigen a trabajar sus campos con una gran carga de energía, cada miembro de sus familias , sean niños, jóvenes, adultos, ancianos, tienen organizadas sus labores cotidianas, ninguna actividad es improvisada.

Viven en total armonía con su entorno, con su ambiente. No importa la variabilidad del clima a que son sometidos, con frecuentes sequías ó intensas lluvias, siempre están preparados para trabajar en cualquier condición climática, para ellos lo importantes es cumplir con su tarea propuesta.

El campesino tiene una relación estrecha con la tierra, el campo, con la naturaleza. Guardan mucha sabiduría y tratan de conservar la de sus tradiciones paternas, trabajan con fervor religiosa, con afán de ver esos frutos sembrados y trabajados con sus callosas manos. Campesino, gracias por acariciar la naturaleza, por consentirla y amarla.

Es necesario que todas las personas hagamos consciencia de que cada alimento que ingerimos ha tenido un largo proceso detrás hasta antes de llegar a nuestra mesa. Cada tomate que masticamos, ha tenido la necesidad de ser plantado, regado, cuidado, recogido y transportarlo.

!GRACIAS CAMPESINOS!

Comparto el cuento de “El campesino y el diablo” de los hermanos Grimm

Érase una vez un campesino ingenioso y muy socarrón, de cuyas picardías mucho habría que contar. Pero la historia más divertida es, sin duda, cómo en cierta ocasión consiguió jugársela al diablo y hacerle pasar por tonto.

El campesinito, un buen día en que había estado labrando sus tierras y, habiendo ya oscurecido, se disponía a regresar a su casa, descubrió en medio de su campo un montón de brasas encendidas. Cuando, asombrado, se acercó a ellas, se encontró sentado sobre las ascuas a un diablillo negro.-¡De modo que estás sentado sobre un tesoro! -dijo el campesino.-Pues sí -respondió el diablo-, sobre un tesoro en el que hay más oro y plata de lo que hayas podido ver en toda tu vida.-Pues entonces el tesoro me pertenece, porque está en mis tierras -dijo el campesino

-Tuyo será -repuso el diablo-, si me das la mitad de lo que produzcan tus campos durante dos años. Bienes y dinero tengo de sobra, pero ahora me apetecen los frutos de la tierra. El campesino aceptó el trato.-Pero para que no haya discusiones a la hora del reparto -dijo-, a ti te tocará lo que crezca de la tierra hacia arriba y a mí lo que crezca de la tierra hacia abajo.

Al diablo le pareció bien esta propuesta, pero resultó que el avispado campesino había sembrado remolachas. Cuando llegó el tiempo de la cosecha apareció el diablo a recoger sus frutos, pero sólo encontró unas cuantas hojas amarillentas y mustias, en tanto que el campesinito, con gran satisfacción, sacaba de la tierra sus remolachas. Esta vez tú has salido ganando -dijo el diablo-, pero la próxima no será así de ningún modo. Tú te quedarás con lo que crezca de la tierra hacia arriba, y yo recogeré lo que crezca de la tierra hacia abajo.

-Pues también estoy de acuerdo -contestó el campesino.

Pero cuando llegó el tiempo de la siembra, el campesino no plantó remolachas, sino trigo. Cuando maduraron los granos, el campesino fue a sus tierras y cortó las repletas espigas a ras de tierra. Y cuando llegó el diablo no encontró más que los rastrojos y, furioso, se precipitó en las entrañas de la tierra.

-Así es como hay que tratar a los pícaros -dijo el campesino; y se fue a recoger su tesoro.

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